ROMAN BAEZ – Sus inicios y su desarrollo
En
la época colonial el paraje constituía tierras inexploradas ubicadas al
“oeste” de la Villa de Mercedes. Es posible que vagara por la zona la
indiada de la tribu del cacique Chivilque, en busca de guaridas de
nutrias muy estimadas por su piel. No se encuentra documentación que
confirme la sospecha de la presencia del jefe indio, se dice que
merodeaba campo lindante con los del inglés Juan Smith, criador de
lanares y dueño de una vieja estancia. El escritor chivilcoyano don
Mauricio Birabent, le atribuye al indígena haber colaborado con la tropa
de Santiago de Liniers para desalojar de Buenos Aires al general
Beresford durante la invasión inglesa.
A menos de tres kilómetros de la
estación, corre de este a oeste, la Laguna del Tigre, en jurisdicción de
Gorostiaga, que junto a otras de menor caudal de agua, dan origen a Las
Saladas. Vecinos del lugar recuerdan que en épocas de intensas lluvias
la laguna se desborda y es posible apreciar la caída de los rayos del
sol – en los atardeceres – sobre el agua, produciendo una reverberación
luminosa. En estos campos algo blandos y quebrados, a fines de enero de
1852, se detuvo una parte importante del ejército de Urquiza, entre la
alta oficialidad se encontraban los Generales Virasoro, Díaz, Pirán y el
Coronel Domingo F. Sarmiento.
Ubicamos a la estación del ferrocarril de
la antigua línea Oeste de Buenos Aires, hoy bautizada con el nombre
Domingo F. Sarmiento, al noroeste de la ciudad cabecera del Partido de
Suipacha, a una distancia de 12 kms. por camino de tierra. Tiene una
parte destinada a los servicios ferroviarios, plataforma y playa. Cuenta
con un andén, despacho de boletos, de encomiendas, bultos y equipajes.
La actividad comercial se desenvolvió en
el perímetro circundante a la parada de los trenes. El terreno donde se
construyó la estación, fue donado por el estanciero don Román Báez, que
lo había adquirido con anterioridad en condominio en el año 1861. En
reconocimiento al gesto, se la designa con el nombre del donante, quien
en vida ocupó distintos cargos públicos en Suipacha. En 1910, siendo
Comisionado Municipal donó sus sueldos, para apoyar el proyecto de
construcción de un hospital en el terreno cedido por Hermógenes
Llorente, ubicado en el barrio las “14 Provincias”, hoy ocupado por la
Escuela N° 8.
La historia de los ferrocarriles
argentinos esta íntimamente vinculada a la creación y desarrollo de los
pueblos en la campaña bonaerense, hecho que acrecentó la unidad nacional
y mejoró notablemente la vida de los vecinos.
El ramal construido desde Suipacha a
Bayauca (Lincoln), fue habilitado al público el 12 de octubre de 1907,
dio satisfacción a la demanda de los intereses comerciales de la región
y la comunicó, por vía empalme Bragado con Colonia Alvear Oeste en
Mendoza. A partir de esa fecha los vecinos y autoridades intentan la
formación de un pueblo rural, que alcanzó un escaso desarrollo.
Con este moderno medio de transporte, se
podía llegar directamente, saliendo de Báez con trasbordo en Suipacha a
la Capital Federal o desde el mismo sitio partir hacia Lincoln. El
ferrocarril prestó un importante servicio a los pobladores, poniendo a
su disposición el telégrafo, que funcionaba de manera gratuita, todos
los días en el horario de 7 a 18 horas. Hemos pasado vista a una
estadística, que indica que en la década del cuarenta, la población
ascendía a 443 habitantes distribuida en chacras y estancias y
utilizaban el tren unos 350 pasajeros por año. El transporte de cargas
de ganado en pie, era muy requerido por los ganaderos por ser rápido y
económico.
En las pequeñas localidades rurales como
Báez, Ayarza, Huergo y Monn, se recibía en tiempo, por tren, parte de
los víveres frescos para el consumo de la población, como huevos,
pescados, frutas, aves y verduras.
Diariamente por las mañanas salía de
Suipacha un tren con dos vagones cargados de tarros vacíos de leche,
uno remitido por La Suipachense y el otro fletado por La Vascongada, y
en el mismo día, regresaban los vagones, con tarros llenos del apreciado
líquido.
Los días lunes al medido día paraba en
Báez un tren que se dirigía a Lincoln y al día siguiente, regresaba de
dicho punto, pasando a las 18horas.
Mientras se preparaba el despacho del
tren lechero hacia Suipacha. Los carreros libres de sus ocupaciones,
concurrían a la cancha de pelota a paleta, levantada en el almacén de
Rodríguez Hnos., luego de Aldabe y Goyeneche(2), para entretenerse con
el juego durante la espera. Todo el tráfico era realizado por medio de
los carros que diariamente llegaban con ese propósito a la playa de la
estación, cargando del carro al vagón o viceversa.
En los galpones del ferrocarril se
organizaron matinés danzantes con la animación de conjuntos musicales de
la zona, a las que concurrían las damas y caballeros del lugar, de esas
reuniones, nació más de un romance. Por iniciativa del señor Ángel
José Araujo, quién fuera Jefe de la Estación Báez entre los años 1965 a
1976, fue quién hizo las gestiones para contar en la zona con el
precioso aporte de la energía eléctrica que cambió la vida de los
vecinos para siempre (3).
El incipiente caserío de principio de
siglo se fue ubicando a ambos lados de la calle principal, que corre de
sur a suroeste, sobre una mano se ubicaban los galpones y la estación
ferroviaria, acercándonos al paso a nivel, se apreciaba un viejo almacén
y antes del cruce de las vías el puesto policial. Sobre el callejón que
corre al otro lado de los rieles, se ubicaban la cancha de pelota a
paleta, el colegio y tiempos más tarde se construye la capilla y la sala
de primeros auxilios. A la derecha del destacamento de policía se
construyó la fábrica de quesos. En las inmediaciones existen hoy no más
de veinte familias con residencia en campos aledaños. Se cuenta con
electrificación rural y el servicio de trenes se halla paralizado desde
la década del noventa.
La escuela provincial número nueve de
enseñanza primaria y pública funcionó en sus inicios en el campo del
señor Diorio, trasladándose más tarde a su actual emplazamiento, en ella
se cursaba hasta tercer grado y asistían 35 alumnos. Algunas de sus
directoras fueron doña Edelmira M. D. Pérez, Ernestina Rodríguez y
Rosa F. Marino de Martínez, entre otras.
Un almacén de ramos generales, quizás el
primero, que abrió sus puerta en el año 1926, era atendido por Rosa R.
Cavagnaro y su esposo, poseía el tradicional despacho de bebidas, un
anexo para carnicería y panadería – el pan llegaba en tren desde
Suipacha – y una dependencia se destinada para la oficina de la estafeta
postal, en la que se podían librar giros. Además se prestaba un
servicio de coches de alquiler, pudiendo los pasajeros llegar en
automóvil a Suipacha. La otra carnicería, perteneció al señor Juan B.
Gardiello y luego a Félix Lanfort. En la década del cuarenta, fueron
arrendatarios de campos don Esteban Merialdo, Joaquín García, José
García y Ángel M. Lagomarsino entre otros.
Años más tarde, al cerrase el negocio de
Rosa R. Cavagnaro, funcionó por un tiempo en ese lugar el “Club 14 de
Marzo”, edificio que posteriormente es demolido para levantarse la
fábrica de quesos de Vicente Cerrella, que remitía su producción por
camión a Buenos Aires.
Alcanzaron gran desarrollo las
actividades agropecuarias con la prosperidad de las estancias “Santa
Rosa” de Juan Carlos Bengolea y “La Gloria” de Washington Jáuregui entre
otras. Sabemos por gentileza de Victoria Bengolea (1) que Juan Carlos
creó un tambo a mano y su hijo Abel Manuel uno eléctrico. En época mas
cercana “Tambo y Cabaña Las Cuatro Marías”. La estancia y cabaña “Santa
Rosa”, se dedicaba a la cría de reproductores vacunos puros de pedigree
de la raza Shorthorn, cuyos expositores, participaban en las
Exposiciones anuales organizados por la Sociedad Rural Argentina en el
predio de Palermo, trasladando los animales por medio del tren.
Figuran en la Guía Comercial del
Ferrocarril Sud, editada en el año l940, con información de los períodos
1938 y 1939 dos almacenes de campaña, una carnicería, dos herrerías,
una estafeta postal, una escuela provincial y un puesto policial
atendido por un agente.
En la citada guía, se indicaban las
siguientes estancias, a saber: “El Hinojo”, cercana a las vías del
ferrocarril, de propiedad del dr. Angel M. Lagomarsino, sus anteriores
dueños fueron las señoritas Diehl, caracterizadas damas de la sociedad
que de distinguían por su hospitalidad. Estancia “La Bella Vista” de
Esteban Bidondo, adquirida a Francisco Correa, “La Buena Vista” de
Mariano Martínez, hoy propiedad de sus descendientes y “El Matrero” de
Arturo y Enrique Diehl.
Agregamos que la construcción del
edificio de la estancia “La Buena Vista” fue iniciada el 3-3-1864, por
el señor Enrique Diehl casado con Catalina Loray, según lo cita el
profesor Arístides Testa M. Díaz, en su trabajo sobre los primeros
pobladores de Suipacha.
Se menciona como lecheros y granjeros,
que utilizaban los servicios del ferrocarril Oeste, a los señores
Bernardo Duhart, Carlos Irastorza, José Lanfranchi, Adolfo Diehl y Pedro
Iribarne etc., entre los más conocidos. Como sembradores de granos y
lino a los señores Salvador Palmentieri, Pedro Pisi y Pascual Amoretti.
Para separar el grano, eran ofrecidas desde Suipacha trilladoras por
los contratistas rurales, señores Juan Cordoni o José Arias. A
principios del siglo XX, se hallaba sembrado con lino, desde Suipacha a
Román Báez. Este oleaginoso era usado en el proceso de fabricación de
fibra textil para elaborar telas de vestir.
El clima de la zona es templado – húmedo,
con un período libre de heladas de 260 días y temperaturas en general
suaves que hacen posible realizar una gran cantidad de cultivos. Las
precipitaciones oscilan entre 900 y 1100 mm. anuales, con ligeros
déficit estivales. El paisaje dominante son áreas planas y lomos muy
suaves, con suelos profundos con problemas de drenaje. En los sectores
más bajos se desarrollan suelos mal drenados y alcalinos. La vegetaciòn y
fauna original han sufrido una profunda transformación como resultado
de la explotaciòn agrícola y ganadera. A fines de los años ochenta se
procuró dar salida a las aguas muertas por medio de zanjas o canales. La
superficie destinada a labranza, se estima en 3000 a 5000 hectáreas
sembradas. El área cultivada se integra por trigo, soja y maíz.
La explotación tambera, ocupa un lugar de
importancia en el orden de prioridades de los vecinos. Los
establecimientos ganaderos, se inclinan por la hacienda de cría y el
engorde de novillos. La implantación de pasturas perennes y anuales,
constituyen una alternativa para optimizar el uso de los recursos
forrajeros y disminuir el costo de comercialización. En cuanto a la
composición por razas, puede verse, la preponderancia en la
participación de la raza Holando Argentino, le siguen Aberdeen Angus y
Shorthorn. Se observa una merma en la cantidad de vacunos con relación a
la existente en los fines de la década del ochenta.
A fines de la década del treinta, se hace
cargo del puesto policial, el cabo Fidel Romero, que hasta el año 1963
cumplió sus funciones de manera ininterrumpida. Durante dicho período
vivió con su familia en una casa proporcionada por el ferrocarril. Un
familiar narra que los vagones hacían de celdas y en caso de no contarse
con ellos, se esposaba a los transgresores de la ley en los árboles. El
principal delito a combatir en aquel tiempo era el abigeato, la
invasión de campos por los nutrieros y la caza furtiva.
La patrulla la hacía en un charret
acompañado de su inseparable perro “Tigre”. Hay acontecimientos que
merecen citarse, un día llegaron al lugar tres caminantes de las vías
(crotos) que se habían introducido subrepticiamente en uno de los dos
galpones ferroviarios existentes. Al tomar conocimiento de la novedad,
el cabo Romero, tomó su sable y llamó a su perro. La presencia policial
en el sitio, no fue del agrado de los vagabundos, palabra va, palabra
viene, se desacatan, insultando y amenazando a la autoridad mientras lo
rodeaban en círculo. Lo que esta gente, no sabía, que Romero no era
hombre de amilanarse fácilmente, desenfundó el sable y se dispuso
aguantar el entrevero, en la lucha logra dominar a dos hombres, a uno
lo esposa y al otro lo ata a un lugar fijo. Mientras que el tercero al
ver la situación difícil decide emprender la huida, pero el perro Tigre
que había tomado parte en la pelea, emprende la persecución y alcanza al
prófugo tomándolo de una muñeca y lo arroja al suelo, en espera de la
llegada de su dueño. Es así como logra reducir a los “crotos”, que
resultaron con antecedentes de riñas.
Recién en el año 1967 se construyó
mediante colecta pública la capilla, puesta bajo la advocación de la
Inmaculada Concepción de la Virgen María, que celebra su día, todos los 8
de diciembre de cada año y es atendida por los sacerdotes de la
parroquia de Suipacha. En la primera década del noventa se habilita la
sala de primeros auxilios atendida por una enfermera.
Entre los años 1991 y 1994, se llevan a
cabo las principales obras de limpieza de los canales existentes en la
región, con personal y máquinas municipales y el consiguiente apoyo del
gobierno de la provincia.
Una de las obras màs importantes es el
dragado de un canal que va desde el campo de propiedad del sr. Nasrrano,
lugar de baja altitud, en dirección a la estancia del señor Enrique
Julio Diehl, sitio de mayor altitud sobre el nivel del mar. Para un
rápido escurrimiento de las aguas muertas hacia la laguna Las Saladas,
se solicitó la autorización de ferrocarriles para perforar el terraplén
de las vías, colocándose tubos de cemento de un diámetro adecuado, para
dar salida al agua embalsada. Esta obra pública se realizó a la altura
del campo denominado La Solita. Hoy, después de varios años
transcurridos, los vecinos pueden apreciar las tierras sembradas con
sorgo, girasol, trigo y praderas.
Para finalizar, si trazamos un círculo
imaginario, estableciendo como centro a la estación del ferrocarril, con
un diámetro de varios kilómetros, abarcando parte de los cuarteles II y
III, vemos que se han establecido muchas familias emparentadas entre
sí, propietarias de tierras, que sería largo de enumerar con nombres y
apellidos, porque seguramente, dado la complejidad de la tarea
incurriríamos en errores y omisiones. Muchos apellidos que se pueden
apreciar, tienen residencia muy antigua, otros menos tiempo, pero le
dieron un gran impulso a la zona con sus emprendimientos agropecuarios y
también se observan titulares de dominio de fracciones de campos a
empresas comerciales y personas ajenas al medio, con pocos años de
radicación.
Aprovecho la oportunidad, para agradecer los valiosos testimonios que me ayudaron a confeccionar la
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